El "efecto Chávez" en el Río de la Plata.
Tabaré, los tupamaros y el riesgo de "venezualización"
MADRID
El problema de Tabaré Vázquez, quien alcanzó la victoria en las elecciones del domingo último, no es él sino quienes lo rodean. Vázquez preside el Frente Amplio, una coalición de grupos de izquierda en la que sobresalen los tupamaros, hoy una organización política de corte marxista y fiero radicalismo verbal. En los años sesenta los tupamaros, alentados desde Cuba, recurrieron al terrorismo, los secuestros y los asesinatos. Con bastante justicia, se los acusa de haber provocado con sus acciones el golpe militar que a principios de los setenta liquidó la ejemplar democracia uruguaya e instauró un repulsivo régimen castrense caracterizado por los atropellos y los crímenes de Estado.
Ese atemorizante entorno de Vázquez, es cierto, renunció a la violencia, pero no evolucionó, como el Partido Socialista chileno tras la caída de Salvador Allende, hacia la moderación y la firme defensa de las formas democráticas y la economía de mercado.
Por el contrario, se quedó instalado en el viejo y rencoroso discurso antimercado y antioccidental de mediados del siglo XX, perdidamente populista, ahora revitalizado por la antiglobalización, lleno de admiración por la Cuba de Castro y por la Venezuela de Hugo Chávez.
Misterio insondable
Por qué los extremistas uruguayos se identifican con el modelo venezolano del coronel Chávez y no con el Chile de Ricardo Lagos es un misterio insondable que no se puede descifrar racionalmente. Venezuela es un país caótico, devastado por la inflación, la corrupción, el desempleo y la miseria, con un sesenta por ciento de sus habitantes colocados bajo el umbral de la pobreza, males que se han agravado de manera alarmante en los cinco años de gobierno chavista, mientras en Chile -colocado a la cabeza de América latina- sucede exactamente lo contrario.
Si los uruguayos optan por la "venezuelización" del país, como desea una buena parte de los seguidores de Tabaré Vázquez, van a lograr algo parecido a lo que Chávez ha conseguido en Venezuela: una sociedad dividida y crispada, con un alto número de emigrantes, cada vez más pobre y desesperanzada.
Naturalmente, Uruguay podrá proclamar con fiero orgullo que está en medio de una profunda revolución social. Y será verdad: así son las revoluciones. Que se lo pregunten a los venezolanos.
Ese atemorizante entorno de Vázquez, es cierto, renunció a la violencia, pero no evolucionó, como el Partido Socialista chileno tras la caída de Salvador Allende, hacia la moderación y la firme defensa de las formas democráticas y la economía de mercado.
Por el contrario, se quedó instalado en el viejo y rencoroso discurso antimercado y antioccidental de mediados del siglo XX, perdidamente populista, ahora revitalizado por la antiglobalización, lleno de admiración por la Cuba de Castro y por la Venezuela de Hugo Chávez.
Misterio insondable
Por qué los extremistas uruguayos se identifican con el modelo venezolano del coronel Chávez y no con el Chile de Ricardo Lagos es un misterio insondable que no se puede descifrar racionalmente. Venezuela es un país caótico, devastado por la inflación, la corrupción, el desempleo y la miseria, con un sesenta por ciento de sus habitantes colocados bajo el umbral de la pobreza, males que se han agravado de manera alarmante en los cinco años de gobierno chavista, mientras en Chile -colocado a la cabeza de América latina- sucede exactamente lo contrario.
Si los uruguayos optan por la "venezuelización" del país, como desea una buena parte de los seguidores de Tabaré Vázquez, van a lograr algo parecido a lo que Chávez ha conseguido en Venezuela: una sociedad dividida y crispada, con un alto número de emigrantes, cada vez más pobre y desesperanzada.
Naturalmente, Uruguay podrá proclamar con fiero orgullo que está en medio de una profunda revolución social. Y será verdad: así son las revoluciones. Que se lo pregunten a los venezolanos.
Artículo del año 2004 por Carlos Alberto Montaner
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